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Viajar: herramienta para aprender y desaprender

Cada vez más escuelas integran el viajar como asignatura

El viaje es una herramienta que desde siempre se ha asociado al ocio o a la necesidad, pero en esta generación está a punto de convertirse en la herramienta educativa por excelencia, de hecho, existen ya muchas escuelas en las que el viaje se ha incorporado como eje central de sus políticas educativas.

El caso de la Think Global School es bastante representativo en lo que se refiere al viaje como  aprendizaje dentro del periodo educativo, los estudiantes hacen  aquí el bachillerato en diferentes partes del mundo. La prestigiosa Universidad de Princeton ha creado el programa Bridge Year, donde los alumnos deben vivir durante meses en diversos países desarrollando proyectos sociales. Recientemente la Universidad de Mondragón ha sido pionera con el grado LEINN , durante la licenciatura los estudiantes tienen experiencias internacionales sobre el terreno en lugares tan dispares como Finlandia, Silicon Valley, China e India. Por su parte, el famoso Programa Erasmus fue, hace años, galardonado con el Premio Príncipe de Asturias como reconocimiento a su labor por el desarrollo de Europa.

Pero, ¿por qué el viaje y el viajar están cada vez más presentes en el contexto educativo? ¿Qué repercusión puede tener un viaje en la educación de un alumno¿Por qué viajar a los lugares si se pueden ver desde internet? A estas preguntas y muchas más responde en esta entrevista el periodista y profesor de periodismo en la Universidad Autónoma de Barcelona  Santiago Tejedor, que es también codirector del master en periodismo de viajes, y fundador del portal Tu Aventura.

Imagen de Santiago Tejedor, periodista y profesor en la UAB

 

¿Qué es viajar para ti?

Santiago Tejedor:  Viajar es un verbo decisivo para el ser humano, porque desde que el ser humano ha habitado el planeta ha viajado, por uno u otro motivo pero siempre se ha desplazado, por tanto, hoy en día ese verbo lo tenemos que entender como algo que supera el simple desplazamiento físico,  que se convierte en un motor formativo y educativo, y en la más importante escuela de vida de la que disponemos hoy en día.

 ¿El viajar repercute en el carácter de una persona? ¿Cómo?

Santiago Tejedor:Los viajes son grandes instrumentos para moldear la personalidad y la manera de ser de cualquier ser humano. Incluso hay gente que considera que se tiene que hacer un viaje iniciático en un momento de la vida, es decir, un viaje que te marque, que te permita conocer el planeta en el que vivimos pero también conocerte a ti mismo.  Porque además, los viajes, aparte de generar una cierta adicción, son grandes escenarios que nos permiten ir moldeándonos, conocernos un poquito mejor y en último término cambiar para mejor.

 ¿Viajar siempre va ligado al desarrollo  personal?

S.T. :  Dependerá de cada situación, de cada sujeto, de cada momento. El viaje siempre genera un impacto pero el impacto nunca es el mismo. Seguro que si tú y yo hiciéramos el mismo viaje tendríamos un retorno diferente, porque somos personas distintas. Yo creo que muchas veces las consecuencias y los resultados que se derivan de un viaje van a depender de la persona que lo hace, la predisposición con que lo hace, y también el tipo de viaje, ya que no es lo mismo visitar un lugar sin salir de los hoteles amurallados que entrar en los pueblos, las aldeas, conocer a la gente, o visitar sus mercados.

 ¿Todos los que viajan aprenden? 

S. T.: El aprender no es algo estrictamente vinculado al desplazamiento porque si no los pilotos de avión y las azafatas serían sabios porque están todo el día viajando, sino que tiene que ver con la mentalidad, la predisposición, la manera en que lo hacemos, la voluntad de acercarnos a lo diferente, la curiosidad por conocer aquello que nos es desconocido, y sobre todo la capacidad de establecer puentes que nos permitan ver que hay más cosas que nos unen que cosas que nos separan.

 Entonces depende de la mirada de la persona y la mentalidad

S.T.: Sí. Es necesario que vaciemos la maleta de esa miopía viajera llena de prejuicios, de estereotipos, de juicios de valor elaborados previamente que nos alejan de la esencia de un lugar y que nos construyen muchos muros y barreras que nos impiden llegar a la esencia de las personas y los sitios, y que dificultan que luego podamos procesarlo, entenderlo y contarlo de manera efectiva.

 ¿Es verdad que el viajero mochilero  es el que aprende más? ¿Por qué?

S.T.: Creo que es incorrecto etiquetar a los viajeros y peor todavía decir que unos aprenden más que otros; una persona que viaja de manera grupal puede aprender mucho, una persona que viaja en solitario puede aprender mucho, y una persona que viaja en plan mochilero también aprende mucho de sus vivencias. Me gusta pensar que todos los que viajan, independientemente del tipo de organización de su viaje pueden aprender, aunque es cierto que cuando hablamos del viaje en plan mochilero hablamos de un tipo de viaje más vivencial, más en contacto con el día a día de los lugareños, más abierto al cambio y a la flexibilidad, por tanto en mi opinión puede generar más experiencias de impacto. No obstante, en todo tipo de viajes se aprende, y eso es lo importante cuando hablamos a nivel educativo de los viajes.

 ¿Por qué  a pesar de vivir en un mundo conectado, en el que todo está en la red y en el que puedes ver cualquier lugar en tiempo real desde el sofá de casa existe la necesidad de viajar?

S.T: El viaje se ha convertido en un fenómeno masificado debido a diferentes elementos: por un lado la facilidad logística de desplazarse de un lugar a otro, por otro lado el abaratamiento o al menos la reducción de los gastos de lo que significaba desplazarse. Nosotros podemos hoy pagar una cantidad reducida de dinero a una compañía LowCost para desayunar en Barcelona, comer en Roma y cenar en Paris, esto antes era inviable. Por tanto ha habido una democratización del viaje que ha dado pie a algo que no es tan positivo que es la masificación; esto se debe sobre todo al nuevo panorama socioeconómico, puesto que la generación actual es una generación milenial que se ha visto abocada a un escenario laboral muy incierto, por ello prefiere invertir ese ahorro en viajar, porque prioriza las experiencias, ya que le gusta conocer otras culturas. Más que una moda, el viaje se está convirtiendo en un elemento definitorio de las nuevas generaciones.

¿Hay alguna diferencia entre viajero y turista?

S.T: Por supuesto. El turista es el que viaja con un plan predefinido de ante mano, con un programa ya caracterizado, con unas ideas más cerradas, y el viajero, como explican los autores y los manuales, es alguien que construye sobre el terreno, que está abierto a la improvisación, que tiene más flexibilidad, que no va amarrado a una pauta o un programa definido previamente. El viajero, además, tiene más predisposición a conectar con el lugar, con las personas y con las gentes que se va encontrando.

¿Crees que el viaje debería incorporarse en el currículo de los alumnos en España?

S.T:  Sí, hay diferentes asignaturas que deberíamos incorporar, una de ellas es la referente al viaje o al verbo viajar, porque en mi opinión el viaje es decisivo. En algún momento de su formación el alumnado debería tener la posibilidad de viajar, y de viajar de una manera más prolongada en el tiempo. Por lo tanto, no sé si como asignatura, pero si como línea transversal y sobre todo como un elemento siempre presente en el escenario educativo, para que la gente entendiera la importancia del viaje. También deberían facilitarse vías para que los alumnos pudieran viajar. Pero siempre de manera voluntaria, para que cada uno lo pudiera orientar en función de sus intereses académicos y en función de las salidas laborales a las que aspira.

 ¿Qué etapa educativa crees que es la adecuada para incorporar el viaje como herramienta de aprendizaje?

S.T.: Hay dos momentos decisivos: el primero es en el preuniversitario, que es donde se va a tomar una decisión muy importante (que carrera estudiar, a que dedicarse el resto de la vida), y el segundo es en el universitario, donde también es importante hacer un viaje iniciático, un viaje de impacto porque una vez finalizada la universidad inauguramos otra gran etapa de nuestra vida. Por tanto, los viajes deberían incorporarse antes de las grandes decisiones y de las grandes etapas.

Te he oído muchas veces decir que viajar es aprender a desaprender, ¿a qué te refieres con desaprender?

S.T.: Uno de los elementos decisivos de los viajes auténticos y genuinos es esa capacidad de desaprender, porque muchas veces nos dicen viajar para aprender, y yo insisto, viajar también para desaprender, porque a menudo tenemos estereotipos, prejuicios que nos acompañan en la maleta y que nos impiden acercarnos, conocer, disfrutar de lo que es una cultura, una historia, un folclore, y una gastronomía distintas. Entonces, que ese recorrido por el mundo sea un golpe certero que nos haga despertar y darnos cuenta de que algunas de las cosas que teníamos asimiladas y que siempre nos habían acompañado a lo mejor debemos eliminarlas para ser más plurales, más interculturales, y tener esa capacidad de convivir con el otro.

¿Existe algo que solo se pueda aprender viajando?

S.T.: El viaje ayuda mucho a aprender y a convivir con dos cosas para mí decisivas en la formación de cualquier persona:

1. Aprender a escuchar el silencio. Los viajes son un buen escenario y un buen momento para hacerlo.

2. Aprender a convivir y a disfrutar de la soledad. El otro día un periodista en una entrevista me decía: “tú has escrito sobre emociones negativas que acompañan a los viajes como el terror, el dolor, el sufrimiento, la soledad…” y le dije “no, la soledad no es un sentimiento negativo o no tiene por qué serlo”.

Estos dos elementos para mí son decisivos en la vida de cualquier persona.

 

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