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¿Son inclusivas las universidades españolas?

Educación inclusiva: más que una tendencia

Imagina una universidad donde no exista un molde único para el éxito y donde cada estudiante sea protagonista. En este escenario, las diferencias son celebradas, no marginadas. La presencia de estudiantes con discapacidad, lejos de suponer un hándicap para el docente, es simplemente un desafío que da lugar a la innovación pedagógica, con nuevas formas de aprender y enseñar útiles para todos. Este modelo existe, y es la educación inclusiva. Sin embargo, todavía no podemos decir que sea una realidad, más bien un desafío global, y un propósito mundial a alcanzar en 2030, con base en lo que se propone el objetivo 4 de los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenibles).

Más de 200 estudiantes con discapacidad discriminados en la universidad

En las universidades españolas, actualmente las personas con discapacidad representan el 1,6 % (lo que equivale a 22 156 estudiantes) y aunque su presencia se ha incrementado en la última década, el avance es lento: la proporción tan solo ha aumentado en un 0,5 % desde 2011. De hecho, los estudiantes con discapacidad que sí logran acceder a esta institución aún siguen encontrando dificultades para finalizar sus estudios superiores. En un informe reciente elaborado por Fundación Universia se desvela que el 18 % (lo que equivale a 249 estudiantes de un total de 1386) afirma haberse sentido discriminado en alguna ocasión a lo largo de sus estudios universitarios.

Las principales razones están relacionadas con problemas tales como la existencia de barreras arquitectónicas o la falta de adaptación curricular, de los exámenes o de materiales en general (62,7 %); las relaciones con el profesorado (51 %); problemas y dificultades diversas (43,8 %); aspectos de tipo burocrático (43 %), o los derivados de las relaciones con otros estudiantes (35,3 %). Del mismo modo, aunque las personas con discapacidad presentan una alta tasa de participación en actividades académicas (el 44 %), más del 25 % siente que se le aísla al intervenir en este tipo de actividades.

Imagen del VI Congreso Internacional Universidad y Discapacidad de Fundación Once en Salamanca.

Congreso Internacional Universidad y Discapacidad

Si bien en general las universidades públicas españolas cuentan con un servicio de atención a las personas con discapacidad (55 de las 57 analizadas en el estudio), la perspectiva inclusiva necesita aplicarse también a las metodologías de enseñanza y en el aula, que es donde más tiempo pasan los estudiantes. Esta precisamente ha sido una de las cuestiones debatidas en el VI Congreso Internacional Universidad y Discapacidad, celebrado del 25 al 27 de octubre en Salamanca bajo el lema «Avanzando hacia modelos universitarios inclusivos. Evaluar la inclusión en sus diferentes dimensiones».o

Todavía existen muchas dudas y desorientación entre el profesorado sobre la aplicación del modelo de educación inclusiva

Durante el encuentro los expertos coincidieron en que si bien estudiantes, docentes y personal de la universidad asumen la inclusión como una meta, todavía existen muchas dudas y desorientación en cuanto a su aplicación: «Ya no hay cuestionamiento sobre el concepto de educación inclusiva. Los profesores saben que tienen que hacerlo, pero se preguntan cómo hacerlo, de allí la importancia de las metodologías», explicó Carmen Alba Pastor, doctora en Educación y catedrática en la facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid.

«Las metodologías activas no eliminan las barreras que se crean en clase porque los docentes no son conscientes de dónde las están creando»

Los docentes universitarios dominan sus respectivas materias de estudio pero nadie les ha enseñado a enseñar de forma inclusiva. En el informe TALIS (Teaching and Learning International Survey) se refleja esta necesidad formativa en competencias pedagógicas que tiene el profesorado universitario. Esta formación pasa por añadir la visión inclusiva a sus métodos de enseñanza, pues como defendió Carmen Alba durante su intervención, las metodologías activas actuales que se aplican en el aula no eliminan las barreras que se crean para las personas con discapacidad porque los docentes no son conscientes de dónde están creando esas barreras.

En opinión de Miguel Ángel Verdugo Alonso, catedrático de Psicología de la discapacidad en la Universidad de Salamanca, «la universidad en general ha tardado mucho tiempo en comprender las necesidades de las personas con discapacidad, y todavía estamos muy lejos». Aun así, no deja de tener un papel primordial en la construcción de un sistema educativo inclusivo en todas las etapas educativas. Así lo asegura Verdugo Alonso, quien considera que «a la universidad le corresponde investigar nuevas metodologías inclusivas, aportar datos, y ayudar en el planteamiento de las políticas, además de la evaluación de los resultados».

Los dos pilares de un sistema educativo inclusivo: investigación y formación

El papel de la universidad en la construcción de un sistema educativo inclusivo es doble: por un lado, se trata de un lugar de generación de conocimiento, desde donde se piensa, innova e inventa; y por otro, de formación y aprendizaje, en donde las nuevas generaciones de docentes adquieren las competencias para enseñar.

«Cuando no dejas tiempo para la investigación difícilmente puede haber mejoras»

Tal como apuntó Miguel Ángel Verdugo, se percibe un exceso de teorización en la universidad y falta de pragmatismo: «Cuando no dejas tiempo para la investigación difícilmente puede haber mejoras», añadió.

A la misma cuestión aludió Elías Said Hung, profesor titular en la facultad de Educación en la UNIR (Universidad Internacional de La Rioja) y director del máster universitario de educación inclusiva e intercultural, quien defendió que «es necesario pensar la inclusión desde la diversidad, no solo desde las necesidades especiales».

En su opinión, «las universidades no están preparadas para formar profesores inclusivos». De hecho, 4 de cada 10 profesores en España aseguran no tener las competencias necesarias para hacer frente a escenarios multiculturales, por eso él plantea como prioridades confrontar a los docentes con sus propios prejuicios, hacer que entiendan la diferencia entre multiculturalidad e interculturalidad, y sobre todo, trabajar esta perspectiva desde los grados universitarios, evitando que los futuros docentes pasen a ejercer sin esta educación intercultural.

«Hay que imaginar una nueva figura del docente, capaz de analizar el perfil de los estudiantes, dialogar con ellos e intercambiar experiencias para diseñar las mejores metodologías inclusivas»

La perspectiva intercultural y diversa es fundamental para impartir clases inclusivas: en este sentido, el profesor Humberto Javier Rodríguez Hernández, director de la Escuela Normal de Especialización Humberto Ramos Lozano de Monterrey (México), invitó a imaginar una nueva figura del docente, «capaz de analizar el perfil de los estudiantes, dialogar con ellos e intercambiar experiencias para diseñar las mejores metodologías inclusivas». Rodríguez remarcó que el planteamiento de la educación inclusiva «debe ser una cuestión colectiva», y recordó que el propósito de estas metodologías es «desarrollar los aprendizajes, la persona y su plenitud».

Al respecto, Carmen Alba Pastor explicó que «todos repetimos aquello que se ha hecho con nosotros», de allí la relevancia de un currículo educativo que integre la visión inclusiva de manera explícita y transversal en todas las disciplinas y los planes de estudio.

Otra de las cuestiones puestas sobre la mesa por los expertos es el modelo de evaluación, que consideraron obsoleto y poco flexible: «hay que entender cómo evaluar a cada uno», expuso Pastor. Verdugo Alonso recordó, por su parte, la importancia de evaluar el propio sistema educativo.

Salud mental y educación emocional

La salud mental y la educación emocional tanto del profesorado como del estudiantado es también otra de las cuestiones a las que habría que prestar más atención según los expertos. «En torno al 50-60 % de la enfermedad que se cursa en la edad adulta surge antes de los 15 años», afirmó José Antonio Luengo Latorre, catedrático de enseñanza secundaria en la especialidad de orientación educativa y decano del Colegio Oficial de Psicología de Madrid, quien aseguró que entre los jóvenes y adolescentes se expande «una fuerte epidemia de insatisfacción, un resquebrajamiento del bienestar emocional y una posibilidad de quiebra ante cualquier eventualidad».

Luengo advirtió de las consecuencias de un modelo educativo que no enseña a aprender a vivir con la adversidad y a hacerle frente: «Esta forma de concebir la educación ha traído consigo probablemente una posibilidad de quiebra mucho más fácil que cuando la adversidad formaba parte de la vida», conjeturó, y matizó: «Cuando alguien se cae le viene bien que alguien le consuele pero le viene bien también caerse, entender que estas cosas van a pasar y que no siempre tiene la razón».

Según José Antonio Luengo los adolescentes quiebran fácilmente por tres razones: porque se están vinculando peor con el entorno que debería darles seguridad emocional para afrontar el día a día; porque no hemos sido capaces de concebir un modelo de convivencia pacífica en la escuela que consolide la idea de que allí se educa; y porque tienen un modelo de influencia que les muestra que esto de quebrarse es lo normal y que, por lo tanto, no pasa nada si sucede a menudo.

«Un profesor quemado genera alumnos quemados»

Por su parte, Francisco Ramos Campos, catedrático emérito del departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico de la Universidad de Salamanca, puso el foco en la situación en la universidad, y explicó que hay carreras estresantes como Medicina, o titulaciones de alta exigencia como el doctorado, cuyos estudiantes sufren cansancio emocional y síndrome de burnout y no tienen a quién acudir, y lo mismo sucede con los profesores: «necesitamos recursos, personas y gente formada que sepa dar asistencia y ayuda a estudiantes y profesores que lo necesiten, porque un profesor quemado genera alumnos quemados», solicitó.

«Hay profesores que se suicidan, lo que pasa es que no nos enteramos»

En la universidad el estrés de los exámenes no es la principal causa de este cansancio emocional según Ramos, sino que también otros factores como «la situación económica, la falta de recursos o una baja autoestima» pueden repercutir en la salud mental. En el caso del profesorado, tiene excesivas exigencias, vive permanentemente estresado, y como no sepa gestionarlo sucumbe: «Hay profesores que se suicidan, lo que pasa es que no nos enteramos», se lamentó Ramos.

La universidad del futuro

En la actualidad, las universidades están en un punto crucial de su evolución hacia la inclusión; más formación del profesorado, investigación y una mayor atención a la salud mental serán claves en esta revolución. La verdadera transformación solo se logrará cuando cada estudiante, independientemente de sus diferencias, consiga acceder de forma equitativa e igualitaria a ella, y cuando cada docente sea capaz de impartir clases con metodologías flexibles y accesibles para todo el estudiantado en entornos libres de barreras, ya que, como se destaca en el manifiesto de Fundación ONCE, «apostar por una educación verdaderamente inclusiva ofrece mejores resultados académicos, sociales y económicos para toda la sociedad».

Por el momento las universidades más inclusivas podrán acreditarse con un sello internacional de calidad, según anunció la responsable de Programas de Reconocimientos de Calidad de la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA), Anabel Bonilla, durante su intervención en el VI Congreso Internacional Universidad y Discapacidad de Fundación ONCE. Las interesadas en obtener el sello podrán solicitar su evaluación por medio de la cuenta de correo electrónico sellosinternacionalescalidad@aneca.es.

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